Entre los principales destinos a los que con mucho esfuerzo, tesón y constancia nuestros asociados han hecho llegar nuestro bello y exclusivo producto se encuentran: Estados Unidos, Japón, Italia, Alemania, España, Emiratos Árabes Unidos, China. (Pendiente completar, no hay historia.

• Pasado Indígena

Hubo un tiempo en el que meterse en las entrañas de la madre tierra desequilibraba al mundo. Quienes lo hacían debían librarse de toda codicia, y sobre todo, respetar las fuerzas con las que estaban interfiriendo. Restaurar el equilibrio era un compromiso adquirido, pues no en vano la naturaleza permitía que el hombre extrajera aquello que había tardado milenios en crear.

Las piedras verdes, como las esmeraldas y el jade, cautivaron a etnias indígenas de toda América. Algunas culturas, aunque distantes, valoraban su color y encontraban en sus tonalidades agentes importantes para sus experiencias espirituales y religiosas.

En lo que hoy es Colombia, los muiscas fueron la sociedad prehispánica que más contacto tuvo con las esmeraldas. Creían, al igual que diferentes indígenas de todo el continente, que el mundo se dividía en tres: supramundo, arriba; inframundo, abajo; y el mundo de en medio, donde están los humanos.

De acuerdo con Clemencia Plazas, antropóloga que ha investigado el origen y comercio de las esmeraldas prehispánicas en el país, “en el inframundo mueren las hojas y los frutos que caen de los árboles, pero también renace la vida y crecen las semillas. Ahí descansan los muertos, están los ancestros y se acumulan energías”. El inframundo es verde, y para los muiscas, ese era el valor de estas gemas, cuyo color representaba el agua, la fertilidad y la fuerza de la vida misma.

Los muiscas habitaron la región que aún hoy alberga la mayor cantidad de yacimientos esmeraldíferos del país: el altiplano cundiboyacense. A pesar de la magnitud de las reservas del sector –se dice que hasta ahora solo se ha explotado el uno por ciento– es imposible afirmar si conocían la magnitud de lo que guardaba su tierra. Pero sí hay certeza de que extrajeron esmeraldas, pues al estudiar piezas expuestas en museos, se ha determinado que provienen de sectores como el municipio boyacense de Muzo y que salieron de las montañas en tiempos prehispánicos.

También se conoció que otras culturas como la calima, establecida en lo que hoy es el Valle del Cauca; la zenú, de Córdoba; y la Tumaco-La Tolita, del Pacífico, usaron esmeraldas y oro para fabricar joyas, ornamentos y otros objetos claves para venerar a sus caciques y ofrendar a sus dioses. Estas comunidades desarrollaron métodos que les permitieron tallar y transformar las piedras para, por ejemplo, ensartarlas en hilos de oro o darles forma de pájaro.

 

Además, debido a que ninguna de esas culturas estuvo ubicada cerca de un yacimiento, arqueólogos y antropólogos concluyeron que las piedras también eran objeto de canje y que no solo los muiscas veían en ellas un medio para expresar y ahondar en su espiritualidad. Así lo confirman las esmeraldas colombianas encontradas en Perú y Panamá.

El ritmo con el que los muiscas extraían las esmeraldas aumentó con la llegada de los españoles, quienes liderados por Gonzalo Jiménez de Quesada se toparon con las gemas en su travesía hacia El Dorado. Al igual que el oro, el imperio las usó como un mecanismo más para financiar sus expediciones colonizadoras. Los indígenas se convirtieron en los mineros de la Corona, que los esclavizaba y sacaba de sus territorios para llevarlos a sus exploraciones. Así la población nativa se redujo al 35 por ciento de su tamaño original en 50 años.

Se dice que después de establecerse en lo que ahora es Colombia y pocos años antes de su muerte en 1579, Jiménez de Quesada intercambió correspondencia con el rey de España. En una de las cartas, solicitó al monarca no permitir que cualquiera explotara las minas de esmeraldas, sino que dejara que los indígenas lo hicieran. Para demostrar que sabían cómo hacerlo, contó al rey que ellos solo sacaban las piedras en invierno, pues en esa época llovía y se podía canalizar el agua suficiente para lavar la veta: un efecto práctico inmediato.

“Al meterse en las entrañas de la madre tierra, los indígenas creían que se encontraban con fuerzas peligrosas a las que debían hacerles ofrendas. No era tan simple como que la montaña generosamente diera parte de sí misma”, agrega Plazas. Otro efecto que solo parecía práctico e inmediato a ojos de los nativos.

La Conquista se inició como el encuentro de dos mundos regidos por principios diferentes y terminó en que uno se impuso sobre el otro. Las esmeraldas, al igual que otras piedras y metales preciosos, marcaron el fin de un paradigma sensorial, espiritual y simbólico y el inicio de uno mercantil y monetario.

• LEAD: Las esmeraldas tuvieron un importante valor simbólico y religioso para culturas como la de los muiscas. Así fue como estas piedras comenzaban a hacerse desear.
Por: María Andrea Muñoz Gómez
Periodista de Especiales Regionales de SEMANA.
Hubo un tiempo en el que meterse en las entrañas de la madre tierra desequilibraba al mundo. Quienes lo hacían debían librarse de toda codicia y sobre todo, respetar las fuerzas con las que estaban interfiriendo. Restaurar el equilibrio era un compromiso adquirido, pues no en vano la naturaleza permitía que el hombre extrajera aquello que había tardado milenios en crear.
Las piedras verdes, como las esmeraldas y el jade, cautivaron a etnias indígenas de toda América. Algunas culturas, aunque distantes, valoraban su color y encontraban en sus tonalidades agentes importantes para sus experiencias espirituales y religiosas.
En lo que hoy es Colombia, los muiscas fueron la sociedad prehispánica que más contacto tuvo con las esmeraldas. Creían, al igual que diferentes indígenas de todo el continente, que el mundo se dividía en tres: Supramundo, arriba; Inframundo, abajo; y el mundo de en medio, donde están los humanos.
De acuerdo con Clemencia Plazas, antropóloga que ha investigado el origen y comercio de las esmeraldas prehispánicas en el país, “en el inframundo mueren las hojas y los frutos que caen de los árboles, pero también renace la vida y crecen las semillas. Ahí descansan los muertos, están los ancestros y se acumulan energías”. El inframundo es verde, y para los muiscas, ese era el valor de estas gemas, cuyo color representaba el agua, la fertilidad y la fuerza de la vida misma.
Los muiscas habitaron la región que aún hoy alberga la mayor cantidad de yacimientos esmeraldíferos del país: El altiplano cundiboyacense. A pesar de la magnitud de las reservas del sector – se dice que hasta ahora solo se ha explotado el uno por ciento – es imposible afirmar si conocían la magnitud de lo que guardaba su tierra. Pero sí hay certeza de que extrajeron esmeraldas, pues al estudiar piezas expuestas en museos, se ha determinado que provienen de sectores como el municipio boyacense de Muzo y que salieron de las montañas en tiempos prehispánicos.
También se conoció que otras culturas como la Calima, establecida en lo que hoy es el Valle del Cauca; la Zenú, de Córdoba; y la Tumaco-LaTolita, del Pacífico, usaron esmeraldas y oro para fabricar joyas, ornamentos y otros objetos claves para venerar a sus caciques y ofrendar a sus dioses. Estas comunidades desarrollaron métodos que les permitieron tallar y transformar las piedras para, por ejemplo, ensartarlas en hilos de oro o darles forma de pájaro.
Además, debido a que ninguna de esas culturas estuvo ubicada cerca de un yacimiento, arqueólogos y antropólogos concluyeron que las piedras también eran objeto de canje y que no solo los muiscas veían en ellas un medio para expresar y ahondar en su espiritualidad. Así lo confirman las esmeraldas colombianas encontradas en Perú y Panamá.
El ritmo con el que los muiscas extraían las esmeraldas, aumentó con la llegada de los españoles, quienes liderados por Gonzalo Jiménez de Quesada, se toparon con las gemas en su travesía hacia El Dorado. Al igual que el oro, el imperio las usó como un mecanismo más para financiar sus expediciones colonizadoras.
Los indígenas se convirtieron en los mineros de la Corona, que los esclavizaba y sacaba de sus territorios para llevarlos a sus exploraciones. Así la población natica se redujo al 35% del tamaño original en 50 años.
Se dice que después de establecerse en lo que ahora es Colombia y pocos años antes de su muerte, en 1579, Jiménez de Quesada intercambió correspondencia con el Rey de España. En una de las cartas, solicitó al monarca no permitir que cualquiera explotara las minas de esmeraldas, sino que dejara que los indígenas lo hiceran. Para demostrar que sabían cómo hacerlo, contó al Rey que ellos solo sacaban piedras en invierno, pues en esa época llovía y se podía canalizar el agua suficiente para lavar la veta: un efecto práctico inmediato.

• Nuestra esmeralda hoy
El verde azulado, la transparencia, calidad y tamaño, características principales de nuestra esmeraldas, han hecho de Colombia el productor más prestigioso de esmeraldas en el mundo. La extraordinaria belleza de nuestras gemas, hace de la piedra nacional, un artículo codiciado por foráneos y nacionales.
Pero, ¿Qué hace que las esmeraldas colombianas sean tan especiales? Pues bien, su origen en sí es único. Cientos de millones de años se ha tomado nuestra tierra en preparar cada esmeralda encontrada. Expertos en geología del CDTEC explican que estas piedras verdes, se formaron durante el periodo cuaternario, en el que el Planeta Tierra tuvo una profunda transformación: Muchas montañas se convirtieron en valle y los valles en montañas y por ejemplo, Boyacá y parte de la Cordillera Orienta, nuestros principales productores de esmeraldas en Colombia, fueron océanos.
Así, en estas zonas yacen nacimientos únicos de tipo hidrotermal en roca sedimentaria de origen marino, lo que hace que nuestras esmeraldas en algún momento estuvieran arropadas y formadas por el agua del mar, lo que les dio una claridad natural única.
Otros países como Brasil, Zambia y Afganistán producen esmeraldas que compiten espacios en el mercado, sin embargo, características minerales y químicas hacen que las esmeraldas colombianas sean particularmente prestigiosas en el mercado. Por ejemplo, si nuestra esmeralda tuviera más hierro en su composición, su verde sería más opaco, similar a la producida en tierras brasileñas. Pero si fuera en vanadio, el tono cambiaría hacia el amarillo como las esmeraldas de Zambia.
Clave anotar que la esmeralda en sí, es una variedad verde de un mineral incoloro llamado berilio y está compuesta por aluminio, óxido de silicato y tres importantes elementos denominados en el argot minero como impurezas: Cromo, hierro y vanadio. Pero la perfecta mezcla que hizo la tierra colombiana en sus profundidades, esculpió la belleza de una piedra única y apreciada por el mundo.
El gran tamaño de las esmeraldas colombianas y profunda claridad hacen de este producto de lujo, uno sin igual, completamente natural e irrepetible. Las esmeraldas más grandes conocidas en el planeta provienen de las entrañas de las tierras colombianas. Cundinamarca produjo a Emilia, la piedra considerada más bella y de mejor calidad, con cerca de 3 libras de peso, apareció en las manos de mineros de Gachalá a finales de los años sesenta.
Así, Colombia se ha hecho un país reconocido en el ámbito comercial de las esmeraldas por la extraordinaria calidad de su producto, lo que ha atraído importantes inversiones internacionales para la exploración y producción de esmeraldífera. En este sentido, FEDESMERALDAS se ha preocupado por mejorar los estándares de producción y ser un referente internacional de buenas prácticas en extracción, investigación, producción y comercialización de las esmeraldas.
De esta manera, a través del Fondo Nacional de la Esmeralda, FEDESMERALDAS, también contribuye en proyectos sociales de las zonas mineras de Boyacá y Cundinamarca, principalmente en el mejoramiento de infraestructura de escuelas, hospitales, puestos de salud y proyectos de reconversión productiva, es así como las esmeraldas colombianas devuelven al país inversiones claves en el mejoramiento de las zonas de producción y crean importantes iniciativas ejemplares en el mundo.
• Nuestra esmeralda en el mundo
Así se comercializa nuestra esmeralda colombiana en el mundo

Glosario Esmeraldero

Inclusión o jardín: Se refiere a partículas de sólidos, líquidos o incluso gases que se alojan dentro de las esmeraldas durante su proceso de formación.

Mesa o plaza: Después de la tallada, es la cara más grande de la esmeralda, la de mostrar. Se ubica hacia arriba o hacia el frente cuando se engaste en una joya.

Cono o pabellón: Es la parte inferior de la piedra tallada, la que sostiene la gema en la joya y la que más facetas tiene.

Preformar: Es el primer paso del proceso de tallado. Cosiste en determinar la forma que más conviene y hacer los primeros cortes, desbastes y moldeados.

Facetado: Realizar cortes en distintos ángulos y con mucha precisión y simetría para que la gema refleje mejor la luz. Una sola piedra puede tener decenas de facetas.

Cerrar la piedra: Consiste en pulir la esmeralda para disimular sus imperfecciones, un paso más del proceso de talla.

Enfocar la piedra: Dejar la parte de la esmeralda con el tono más oscuro en su cono y el más claro arriba. Así se “enfoca” la luz.

Trapiche: Esmeralda con roca carbonosa por dentro, formada de tal maner que parece la rueda dentada de un trapiche. Solo existe en Colombia.

Morralla: Esmeralda que no está cristalizada o que no es traslúcida no es de muy buena calidad y su precio tampoco es alto.

La veta pintó: Es lo que suelen decir los mineros cuando encuentra una veta productiva.

La piedra está dormida: Así se dice para hacer referencia a que la esmeralda no reflejaba bien la luz. Puede presentarse cuando la piedra está en bruto y se corrige con una buena talla. También se genera por un moldeado descuidado.

Enguacarse: Encontrar una esmeralda muy valiosa. Su valor puede arrancar en 10 mil dólares.

Palear: Escarbar en las piedras del río con una pala en busca de esmeraldas, cuarzos u otros minerales valiosos.

Voladoras: Camiones que cargan material desechado por las minas en el que pueden esconderse piedras preciosas, generalmente muy pequeñas.